Wacka:
-No gracias, Dejawacka. Yo ya aprendí mi lección. Cuando llegó hace unos meses, me sentí tentado por algunas de las brillantes pertenencias de ese hechicero, y te aseguro que no la pasé nada bien.
No querrías saber lo que tuve que darle a cambio para recuperar mis manos.
Te recomiendo que no tengas tratos con él. Por mi parte, voy a beber un par de copas al salón, si lo deseas reúnete conmigo más tarde.
El mediano se retira y tu decides subir las escaleras hasta el quinto piso. Todavía jadeando por el esfuerzo hecho, ves a un joven de armadura y a una linda chica atravesando unas ornamentadas puertas dobles, que seguramente conducen a los aposentos de Zaal-Abeb.
Te cuelas ágilmente por una rendija antes de que las puertas se cierren y te acomodas en la oscuridad, desde dónde puedes escuchar tranquilamente su conversación.
Criseide:
Le informas a Miles que no piensas irte a dormir hasta asegurarte de que el pergamino haya sido descifrado y que lo acompañarás a ver al mago.
El paladín se encoje de hombros y te permite ir con él. Antes de subir le hace un gesto a un muchacho que se había mantenido a distancia prudencial durante vuestra conversación y le ordena que los acompañe. Ante tu recelosa mirada, te informa que se trata de Derevan, su escudero.
Luego de ascender varios pisos, llegan ante unas pesadas y lujosas puertas que el paladín golpea discretamente.
Se escucha una voz rasposa proveniente del interior:
- Evidentemente este maldito posadero no termina de entender que NADIE debe molestarme. Le pago demasiado para que no cumpla un requisito tan simple, quizás debería convertirlo en cerdo y asarlo una de estas noches. ¿De quién se trata esta vez?
El paladín no parece muy cómodo, pero responde:
- Soy Miles de Noyard, caballero de la orden de Tyr, me acompaña mi aprendiz Derevan. Junto con nosotros viene Criseide, una joven druida del bosque de las capas. Necesitamos urgentemente de vuestros servicios.
La voz cambia de tono y parece más interesada:
-¿Joven druida decís? Pasad entonces.
Las puertas se abren y ante la débil luz de una vela puedes ver una lujosa habitación llena de extraños objetos que se confunden entre las sombras. Un anciano envuelto en una túnica iridiscente se encuentra inclinado sobre una serie de viales e instrumentos alquímicos. Gira su cabeza y examina atentamente a sus visitantes.
El paladín interviene le explica sucintamente los acontecimientos y le pregunta si conoce alguna manera de hacer legible el pergamino. EL mago lo toma y le hecha encima el contenido de algunos frasquitos.
-Conozco el hechizo que se usó para ocultar esta escritura. Es magia relativamente poderosa, pero no creo tener problemas para desbaratarla. En realidad cualquier mago decente podría hacerlo pronunciando un conjuro de identificación y esparciendo previamente sobre el pergamino polvo de berilo. No obstante mis amigos, este es un reactivo muy costoso.
Criseide, desesperada le pregunta dónde pueden conseguir ese ingrediente y el mago sonríe satisfecho.
-Da la casualidad de tengo un poco -señala una cajita púrpura que se encuentra sobre un anaquel cerca de las puertas-. Sin embargo, no suelo dedicarme a la beneficencia querida. Si me dais 1000 monedas de oro, no tendré inconveniente en realizar el hechizo por vosotros.
Miles, con enojo apenas contenido le responde:
-Sabes muy bien que no disponemos de esa cantidad. Entiende que hay una ciudad entera en peligro, te ruego que por favor nos ayudes.
Despreciativamente y con una sonrisa irónica en sus labios el hechicero le contesta:
-Pues a mi me tiene sin cuidado la suerte de unos cuantos campesinos. Si no tenéis oro, no desperdiciaré mis preciosos elementos mágicos. Aunque quizás podamos llegar a un acuerdo. Criseide es muy bella, no me molestaría yacer con ella esta noche.
Enfurecido, el paladín lleva una mano al pomo del mandoble que cruza su espalda. Su escudero adquiere instantáneamente una postura de combate.
-¡Vil demonio, como te atreves! Lo único que impide que cercene tu maligna cabeza son las reglas de cortesía de esta hospedería. Si vuelvo a encontrarme contigo tu suerte será otra. ¡Tarde o temprano dejarás este enclave y en ese momento ninguno de tus retorcidos conjuros podrá salvarte de la cólera de Tyr!
Vámonos Criseide, no necesito más pruebas. Mañana partimos a Beregost.
Con una seña a sus compañeros, abandona la habitación. El hechicero te hace un guiño lascivo y te dice:
-Tú te lo pierdes pequeña, la experiencia es impagable. Si cambias de opinión aquí estaré.
Acto seguido vuelve a enfrascarse en sus estudios.
Deberías seguir a Miles. Su escudero aún está a tu lado, protegiéndote con su espada.
Nadie nota la pequeña figura agazapada bajo el anaquel dónde, entre otros muchos objetos mágicos, se encuentra la cajita con polvo de berilo.
Maugan, Rastlin y Warfax
El primer mazazo del monstruo destroza el débil escudo de madera. Tambaleándose por el impacto, Warfax atina a lanzarle su daga, q rebota contra un costado de la bestia sin producirle mayor daño. Mientras el ogro vuelve a levantar su arma el guerrero logra lanzarle un par de flechas sin mucha puntería ya que uno de sus brazos está casi inutilizado. Sin embargo, los disparos son a quemarropa y los proyectiles se hunden en la carne del ogro. Atrás suyo, escucha a Maugan gritar algo y a pesar de que casi no siente el brazo izquierdo sube rápidamente a un árbol. Si lo hubiera hecho un segundo más tarde, el siguiente golpe lo habría aplastado.
En ese momento Rastlin conjura una flecha llameante que impacta en pleno pecho del agresor. El monstruo arroja su maza con un terrible alarido de dolor y no atina a cubrirse del enano que salta sobre el, abriendole un profundo tajo en el hombro.
Los tres supervivientes se reúnen en torno al malherido enemigo. Un nauseabundo olor a carne quemada se desprende de su cuerpo y la sangre brota a borbotones. No le queda mucho tiempo de vida y es absolutamente incapaz de causar el menor daño.
Warfax se toma el brazo, quizás lo tenga roto. Sus pociones pueden calmar el dolor, pero no tienen la potencia suficiente para soldar hueso.
Quedan sólo un par de horas antes de que anochezca. No queda otra opción más que buscar un lugar dónde levantar campamento. No parece sensato hacerlo aquí, dónde poco antes un ogro asesino casi acaba con ustedes.
Con su pierna herida, Rastlin no tiene posibilidades de ir a ningún lado.
Orden de posteo: Rastlin antes de Warfax y Maugan. Criseide antes de Wacka